Me apropio de la frase acuñada en la antigua Roma para enmarcar una realidad que estoy viviendo en directo.
Se está disputando el famoso encuentro de fútbol Real Madrid Vs Fútbol Club Barcelona. He salido un momento a la calle a tomar el aire y de vez en cuando escuchaba unos gritos que procedían de varias direcciones distintas. La gente estaba encolerizada, parecían arengados por algún belicoso general. Se escuchaban expresiones de lo más dispares, que no me apetece reproducir porque son de sobra conocidas en este país. Si de verdad se cumplieran las cosas que se dicen en estas frases, se produciría una auténtica masacre, una cruenta batalla nocturna en los albores del partido.
Visto y oído todo esto, he reflexionado sobre que mueve a tanta gente a esas manifestaciones de odio, de ira, de violencia en algunos casos. Como base de mi reflexión, he tomado una serie de consideraciones sobre las que desarrollar mis inferencias, a saber:
Consideración 1ª: el seguidor de determinado club deportivo se considera a si mismo como parte, al menos de forma virtual, del equipo. Ésto lo demuestran claramente expresiones como: - Vamos a ganar! ó el consabido: - Campeones...!
Consideración 2ª: se infiere de la 1ª que, sintiéndose parte de algo, la persona defienda los intereses del grupo y lo que representa.
Por lo tanto, el mayor deleite para el seguidor es la victoria de "su" equipo, principalmente. Todas las acciones que conlleven algo negativo para el equipo son denunciadas rápidamente, prácticamente de forma instintiva, como si fuera a uno mismo al que le están realizando la afrenta en cuestión. Es ésta una actitud puramente irracional, integrándose el sujeto en un grupo que le es ajeno pero del que tiene la sensación de pertenencia. Por lo tanto, cualquier ataque proferido contra alguien del club es como un ataque proferido contra el propio aficionado, a lo cual éste responde con un nuevo ataque.
Pero se puede profundizar un poco más en las causas de estas reacciones. Seré breve, no me quiero extender demasiado. Las explosiones de ira que sufren muchos hinchas(ahora entiendo un nuevo significado para esta palabra), son en muchas ocasiones motivadas por una frustración interna, por un deseo reprimido de agredir a alguien verbal o físicamente, por las desagradables sensaciones que producen la humillación y el abuso. A esta frustración se le añaden otras referentes a la vida cotidiana, el trabajo, la familia, etc. Lo que uno no se atreve a manifestar a ciertas personas, o las cosas que no se atreve a llevar a cabo por falta de arrojo, las proyecta contra el equipo rival o contra el propio equipo cuando este no juega como es debido. Se le exige por tanto al equipo un nivel de sacrificio que normalmente el demandante ni atisba, pero esto es otra manera de echar balones fuera.
Pero el factor común de todo ésto es la ira, la violencia que surge de repente salida de una profundidad insondable. Hacia donde vaya dirigida, sólo sirve como mero catalizador. Puede aumentarse exponencialmente cuando se juega contra un rival histórico, como el Madrid y el Barcelona. Pero puede ser igual en magnitud cuando un presidente del club realiza gestiones inapropiadas, o cuando un jugador tiene determinados comportamientos non gratos.
Hay una ira reprimida, por tanto, algo que se va acumulando en la vida de las personas y que irracionalmente transforman en violencia para con alguien o algo, a lo cual llaman sutilmente "sentir los colores".
Me da pie esta interesante metáfora("sentir los colores"), a una asociación no menos interesante. Los aficionados se identifican con un club, con una asociación, en definitiva con un grupo relacionado por unos elementos comunes. El individuo necesita identificarse con algún grupo mayoritario, con algo que siga cuanta más gente mejor, y cuanto más sencillas sean las premisas, mejor, tanta más gente. Es ésta una extensión de la sensación, mucho más profundamente arraigada, de nacionalidad, raza, etnia, etc. A las personas les encanta asociarse con grupos grandes, identificarse con los símbolos que los representan y por lo tanto entender y aceptar, incluso en algunos casos desear, que los hilos se sus vidas los muevan los creadores de éstos éstos símbolos. Aunque en la mayoría de las ocasiones los títeres no nos damos cuenta de nuestra condición. Volviendo al tema que nos atañe, se nos dan elementos disuasorios, aceptados con gran alegría como generadores de placer, de pasión, de emoción. Los creadores o representantes superiores de sus respectivas banderas, simplemente han dejado que las cosas sigan su curso, desde que en el imperio Romano los inteligentes emperadores empezaron a construir grandes circos, teatros, anfiteatros... en los cuales se competía en espectáculos de toda condición. A la gente le encantaba ésto, disfrutaba viendo como unos luchaban contra otros, en una proyección de los propios subconscientes de cada espectador, es decir, el súbdito luchando contra el poder. Y cuando un gladiador cercenaba algún miembro de su rival, el público, enardecido, gritaba con gran estruendo y alegría, sintiéndose libre por un momento.
La idea sigue siendo la misma. Los circos actuales son los estadios deportivos, que gracias a la tecnología se extienden hasta todos los rincones del planeta, se introducen las gradas en los salones y habitaciones de las casas, se amenizan los eventos con toda variedad de aperitivos y un amplio elenco de espirituosos. Además, el espectáculo se disfruta en mayor grado cuando se ve en grupos,elevándose la agitación y la expectación a niveles superiores.
Es un sistema de desahogo promovido por el estado, un mecanismo de control poblacional para mitigar los juicios, para embotar cerebros, para conseguir un buen escenario de titiritesco. El alcohol daría para muchos artículos más, que posiblemente escriba, pero en líneas generales, es un elemento básico ligado al control que ejercen los estados, y se ve claramente como en los países con menos libertades, el consumo de alcohol es más elevado, con porcentajes de alcoholismo alarmantes. El alcohol embota el cerebro, no permite el razonamiento frío, exalta las pasiones y lo deja todo en agua de borrajas, porque cuando se le pasan al consumidor los efectos, se siente extraño, abatido, sin fuerzas para emprender lo que propuso con vehemencia mientras estaba ebrio. Es más, ni siquiera tiene una imagen clara de las propuestas. En resumen, anhela el estado eufórico vivido y espera con ánimo la próxima cogorza. Existen otras drogas que son realmente creativas, no como el alcohol, que es únicamente destructivo. La cuestión es que estas drogas suelen estar prohibidas, y aún así, la gente que las consume, en la mayoría de las ocasiones, lo hace con los mismos fines que cuando consume alcohol, es decir, para nublar su cerebro, para anularse a ellos mismos, para hacer locuras absurdas que no tienen el menor atisbo de ingenio, o simplemente como herramienta para aguantar la fiesta contra natura, para desinhibirse y perder la timidez, etc. En lugar de tratar de conocer las causas de las propias inhibiciones, temores, mediante la introspección psicológica, se atiborran de alcohol y ya no hay barreras que valgan. ¿Para que pensar? Los jóvenes cada vez fuman más porros y cada vez a menor edad, acompañándolo normalmente de alcohol, lo cual distorsiona abismalmente sus impresionables mentes. Pero no fuman con conocimiento de lo que hacen, habiéndose documentado antes sobre los efectos, las sensaciones provocadas, etc. Lo hacen simplemente como pasatiempo, para "echarse unas risas" y ver como pasa su vida ante sus ojos, de una forma pasiva, para hablar de vacuidades. No les interesa el echo de conocerse mejor a ellos mismos, el único objetivo es flotar, uno solo y entre los demás, flotar y no sentirse a uno mismo. No creo que sea falta de información, sino algo mucho más grave, una falta total de sentido, un carpe diem aberrado que nada tiene que ver con el sentido original, un conformismo que asusta, una vida de comodidades e inmediateces. Todo se puede poseer, todo es alcanzable, y además no hay que esforzarse.
A la vista de todo puede entenderse que los fines de semana, incluso ya cada vez más días de la semana, se conviertan en grandes certámenes botellonescos y narcóticos para miles de mentes autoembotadas. Pero también se podrían utilizar todas las facilidades que nos proporciona la vida en países ricos para pensar con más autonomía, para analizar la realidad en la que vive uno, para protestar contra los abusos del poder, para aportar algo, y no para vegetar en una vida que llena su vacío con alcohol.
Panem et circenses
Se está disputando el famoso encuentro de fútbol Real Madrid Vs Fútbol Club Barcelona. He salido un momento a la calle a tomar el aire y de vez en cuando escuchaba unos gritos que procedían de varias direcciones distintas. La gente estaba encolerizada, parecían arengados por algún belicoso general. Se escuchaban expresiones de lo más dispares, que no me apetece reproducir porque son de sobra conocidas en este país. Si de verdad se cumplieran las cosas que se dicen en estas frases, se produciría una auténtica masacre, una cruenta batalla nocturna en los albores del partido.
Visto y oído todo esto, he reflexionado sobre que mueve a tanta gente a esas manifestaciones de odio, de ira, de violencia en algunos casos. Como base de mi reflexión, he tomado una serie de consideraciones sobre las que desarrollar mis inferencias, a saber:
Consideración 1ª: el seguidor de determinado club deportivo se considera a si mismo como parte, al menos de forma virtual, del equipo. Ésto lo demuestran claramente expresiones como: - Vamos a ganar! ó el consabido: - Campeones...!
Consideración 2ª: se infiere de la 1ª que, sintiéndose parte de algo, la persona defienda los intereses del grupo y lo que representa.
Por lo tanto, el mayor deleite para el seguidor es la victoria de "su" equipo, principalmente. Todas las acciones que conlleven algo negativo para el equipo son denunciadas rápidamente, prácticamente de forma instintiva, como si fuera a uno mismo al que le están realizando la afrenta en cuestión. Es ésta una actitud puramente irracional, integrándose el sujeto en un grupo que le es ajeno pero del que tiene la sensación de pertenencia. Por lo tanto, cualquier ataque proferido contra alguien del club es como un ataque proferido contra el propio aficionado, a lo cual éste responde con un nuevo ataque.
Pero se puede profundizar un poco más en las causas de estas reacciones. Seré breve, no me quiero extender demasiado. Las explosiones de ira que sufren muchos hinchas(ahora entiendo un nuevo significado para esta palabra), son en muchas ocasiones motivadas por una frustración interna, por un deseo reprimido de agredir a alguien verbal o físicamente, por las desagradables sensaciones que producen la humillación y el abuso. A esta frustración se le añaden otras referentes a la vida cotidiana, el trabajo, la familia, etc. Lo que uno no se atreve a manifestar a ciertas personas, o las cosas que no se atreve a llevar a cabo por falta de arrojo, las proyecta contra el equipo rival o contra el propio equipo cuando este no juega como es debido. Se le exige por tanto al equipo un nivel de sacrificio que normalmente el demandante ni atisba, pero esto es otra manera de echar balones fuera.
Pero el factor común de todo ésto es la ira, la violencia que surge de repente salida de una profundidad insondable. Hacia donde vaya dirigida, sólo sirve como mero catalizador. Puede aumentarse exponencialmente cuando se juega contra un rival histórico, como el Madrid y el Barcelona. Pero puede ser igual en magnitud cuando un presidente del club realiza gestiones inapropiadas, o cuando un jugador tiene determinados comportamientos non gratos.
Hay una ira reprimida, por tanto, algo que se va acumulando en la vida de las personas y que irracionalmente transforman en violencia para con alguien o algo, a lo cual llaman sutilmente "sentir los colores".
Me da pie esta interesante metáfora("sentir los colores"), a una asociación no menos interesante. Los aficionados se identifican con un club, con una asociación, en definitiva con un grupo relacionado por unos elementos comunes. El individuo necesita identificarse con algún grupo mayoritario, con algo que siga cuanta más gente mejor, y cuanto más sencillas sean las premisas, mejor, tanta más gente. Es ésta una extensión de la sensación, mucho más profundamente arraigada, de nacionalidad, raza, etnia, etc. A las personas les encanta asociarse con grupos grandes, identificarse con los símbolos que los representan y por lo tanto entender y aceptar, incluso en algunos casos desear, que los hilos se sus vidas los muevan los creadores de éstos éstos símbolos. Aunque en la mayoría de las ocasiones los títeres no nos damos cuenta de nuestra condición. Volviendo al tema que nos atañe, se nos dan elementos disuasorios, aceptados con gran alegría como generadores de placer, de pasión, de emoción. Los creadores o representantes superiores de sus respectivas banderas, simplemente han dejado que las cosas sigan su curso, desde que en el imperio Romano los inteligentes emperadores empezaron a construir grandes circos, teatros, anfiteatros... en los cuales se competía en espectáculos de toda condición. A la gente le encantaba ésto, disfrutaba viendo como unos luchaban contra otros, en una proyección de los propios subconscientes de cada espectador, es decir, el súbdito luchando contra el poder. Y cuando un gladiador cercenaba algún miembro de su rival, el público, enardecido, gritaba con gran estruendo y alegría, sintiéndose libre por un momento.
La idea sigue siendo la misma. Los circos actuales son los estadios deportivos, que gracias a la tecnología se extienden hasta todos los rincones del planeta, se introducen las gradas en los salones y habitaciones de las casas, se amenizan los eventos con toda variedad de aperitivos y un amplio elenco de espirituosos. Además, el espectáculo se disfruta en mayor grado cuando se ve en grupos,elevándose la agitación y la expectación a niveles superiores.
Es un sistema de desahogo promovido por el estado, un mecanismo de control poblacional para mitigar los juicios, para embotar cerebros, para conseguir un buen escenario de titiritesco. El alcohol daría para muchos artículos más, que posiblemente escriba, pero en líneas generales, es un elemento básico ligado al control que ejercen los estados, y se ve claramente como en los países con menos libertades, el consumo de alcohol es más elevado, con porcentajes de alcoholismo alarmantes. El alcohol embota el cerebro, no permite el razonamiento frío, exalta las pasiones y lo deja todo en agua de borrajas, porque cuando se le pasan al consumidor los efectos, se siente extraño, abatido, sin fuerzas para emprender lo que propuso con vehemencia mientras estaba ebrio. Es más, ni siquiera tiene una imagen clara de las propuestas. En resumen, anhela el estado eufórico vivido y espera con ánimo la próxima cogorza. Existen otras drogas que son realmente creativas, no como el alcohol, que es únicamente destructivo. La cuestión es que estas drogas suelen estar prohibidas, y aún así, la gente que las consume, en la mayoría de las ocasiones, lo hace con los mismos fines que cuando consume alcohol, es decir, para nublar su cerebro, para anularse a ellos mismos, para hacer locuras absurdas que no tienen el menor atisbo de ingenio, o simplemente como herramienta para aguantar la fiesta contra natura, para desinhibirse y perder la timidez, etc. En lugar de tratar de conocer las causas de las propias inhibiciones, temores, mediante la introspección psicológica, se atiborran de alcohol y ya no hay barreras que valgan. ¿Para que pensar? Los jóvenes cada vez fuman más porros y cada vez a menor edad, acompañándolo normalmente de alcohol, lo cual distorsiona abismalmente sus impresionables mentes. Pero no fuman con conocimiento de lo que hacen, habiéndose documentado antes sobre los efectos, las sensaciones provocadas, etc. Lo hacen simplemente como pasatiempo, para "echarse unas risas" y ver como pasa su vida ante sus ojos, de una forma pasiva, para hablar de vacuidades. No les interesa el echo de conocerse mejor a ellos mismos, el único objetivo es flotar, uno solo y entre los demás, flotar y no sentirse a uno mismo. No creo que sea falta de información, sino algo mucho más grave, una falta total de sentido, un carpe diem aberrado que nada tiene que ver con el sentido original, un conformismo que asusta, una vida de comodidades e inmediateces. Todo se puede poseer, todo es alcanzable, y además no hay que esforzarse.
A la vista de todo puede entenderse que los fines de semana, incluso ya cada vez más días de la semana, se conviertan en grandes certámenes botellonescos y narcóticos para miles de mentes autoembotadas. Pero también se podrían utilizar todas las facilidades que nos proporciona la vida en países ricos para pensar con más autonomía, para analizar la realidad en la que vive uno, para protestar contra los abusos del poder, para aportar algo, y no para vegetar en una vida que llena su vacío con alcohol.
Panem et circenses
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