He aquí lo que me dijo esta mañana mi nuevo maestro.
Pero antes, os relataré brevemente como se dió nuestro delicioso encuentro.
He dado en llamarle Zaratustra, puesto que el no tiene la intención de limitarse con ningún sustantivo que ponga coto a su persona, pero yo, como humano que soy, tengo la simpática manía de poner nombre a todo lo que existe, en el mundo físico y también en el indefinido mundo mental.
Me ha confesado que lleva mucho tiempo en las altas cumbres, respirando un aire puro, limpio y elevado. Si ha decidido bajar ha sido porque necesitaba encontrar un discípulo digno de sus experiencias. Tenía el ferviente deseo de poder comunicar sus vivencias y su pensamiento a un oído cuyo tímpano no se limitara a vibrar con las ondas mecánicas, sino que interpretara, a su modo, pero realizando el inhabitual ejercicio de pensar, su mensaje. Diré, como apunte, que para mi nuevo y amado maestro, pensar no significa repetir las frases y razonamientos de otras personas. Es importante decir ésto, porque son muchos los que consideran que lo anteriormente dicho es, en efecto, un acto elevado y digno, cuando no es más que funcionar como una suerte de figura autómata de un papagayo, que se limita a repetir las cosas, como cuando un disco se queda atascado en el lector. Para zaratustra, la originalidad es clave, la independencia mental. Entiende y comparte que para crear pensamientos propios, una vía es conocer previamente pensamientos ajenos. Pero entiende también que no es ésta la única vía, ni tiene porque ser la mejor. En su etapa vital de montaña, antes de bajar a la superfice, se dió cuenta de todo ésto, y a partir de entonces sintió un placer que no ha hecho más que crecer desde entonces. Ha llegado a sus propias conclusiones, a partir de la experiencia, y no ha necesitado ningún ente animado para su aprendizaje. Las rocas, los ríos, los bosques, las cuevas, las cimas, la nieve... Realmente, según me ha contado mi querido, nuevo amigo(me doy el privilegio de llamarle así), esos elementos de la naturaleza se han comportado con mucho más honor y rigor que la mayoría de las personas que conozco. Sin decirle nada, le han enseñado más que todos los sabios más sabios que venden su conocimiento(miserables). El verdadero sabio, primeramente no se autodefine así mismo como sabio, porque no le gusta autolimitarse. En segundo lugar, el verdadero maestro no es aquel que tiene el deseo y la intención de querer enseñar algo a alguien que no sabe. El verdadero maestro es aquel que no se considera maestro, y que tampoco considera discípulo al que aparentemente desempeña ese papel. El auténtico maestro no gusta de niveles, de jerarquías sociales de ningún tipo. Y es por ésto por lo que no tiene alumnos o discípulos, sino amigos/as, hermanos/as, amados/as. El maestro da, y le encanta recibir. Es un ser ávido de conocimiento. Ciertamente, le gusta más escuchar que hablar. Sus amigos aprenden atendiendo a las reacciones de su maestro ante las cosas que le dicen. Ellos mismos acaban cayendo en sus propios errores y así van depurando sus mentes. Gran amigo es alguien que sabe escuchar.
La prueba para acceder al privilegio de su compañía, fue la siguiente: se me presentó en forma de cría de gorrión desvalida, tirada en la hierba de un sucio parque de ciudad. El potente sol estaba exprimiendo todo el agua de su escuálido cuerpo. Lo cogí entre mis manos, le acaricié las alas con suavidad, y me lo llevé conmigo, acostado, sobre la palma de mi mano, contra mi pecho. Llegados a casa, le preparé un compuesto alimenticio completo. Estaba hambriento, y parecía que nunca iba a dar por saciado su apetito. Pero Zaratustra cesó de comer y, saltando de mi mano a mi muslo izquierdo, alzó la vista y, escudriñándome con unos ojos en extremo curiosos, comenzó a decir lo que sigue:
Voy a demediar sus cabezas,
cual cerezas que caen del árbol de la ignorancia,
así rodarán sus testas.
Pedazos de carne, no más que eso,
Al que guste de guarnición, que acompañe con buen queso.
Carne vacía, vacuo el seso.
Dicen que no son animales,
Tienen razón.
Los animales tenemos un peso.
Su todo es sustancialmente etéreo,
si se les sopla demasiado fuerte,
se desvanecen en el celeste aéreo.
Siguen las modas, que los estados marcan.
Se comportan cual ovejas, guiadas por el pastor perro.
Los perros son honrados, pero no así los humanos gobiernos.
Cuando se habla de perros peyorativamente connotados,
se equivoca de animal para definir a los miembros de la cúpula copulada del estrado del estado.
No son animales, son elementos de bestiario.
Cortad sus cabezas,que rueden cual cerezas.
Así habló Zaratustra
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