Mi madre, sentada en el sofá.
Dormida, con la cabeza sobre el puño izquierdo,
inclinada sobre la misma parte de la espalda,
evitando la transición a lo que sería un amargo despertar
mediante el contraefecto del antedicho puño que,
extendiendo el empuje del materno busto hasta el codo del mismo brazo,
hundiéndose éste en una almohada,
elude así, por cierto tiempo, la inevitable y grave fuerza.
Con colorida bata se presenta ante las garras de Morfeo,
tal es así que por la expresión de su rostro,
podría decirse que al dios del sueño ha caído en gracia.
Dormida por diversos factores,
principalmente la detonante combinación del cansancio y del tedio,
como si de la mixtura de estos dos elementos se desprendiera un tercero,
que participara de la iniciada reacción y actuara como catalizador de la misma.
Como resultado de la ecuación, se obtenía un sueño seguro y casi instantáneo,
Teniendo en cuenta además que las condiciones lumínicas eran suaves, leves.
Podría decirse que, en la ausencia de las mecánicas, sonoras ondas, voluntariamente provocada por mi,
el aire adquiría unos delicados, vulnerables matices,
como unos rojos y unos dorados transparentes, holográficos.
Tal era una de las inmanentes consecuencias de apagar el televisor.
Un nuevo mundo abría sus puertas del vacío abstracto,
denso y a la vez, liviano,
de todos esos rayos etéreos precipitados del, en ese nuevo mundo, místico velador.
Dormida, con la cabeza sobre el puño izquierdo,
inclinada sobre la misma parte de la espalda,
evitando la transición a lo que sería un amargo despertar
mediante el contraefecto del antedicho puño que,
extendiendo el empuje del materno busto hasta el codo del mismo brazo,
hundiéndose éste en una almohada,
elude así, por cierto tiempo, la inevitable y grave fuerza.
Con colorida bata se presenta ante las garras de Morfeo,
tal es así que por la expresión de su rostro,
podría decirse que al dios del sueño ha caído en gracia.
Dormida por diversos factores,
principalmente la detonante combinación del cansancio y del tedio,
como si de la mixtura de estos dos elementos se desprendiera un tercero,
que participara de la iniciada reacción y actuara como catalizador de la misma.
Como resultado de la ecuación, se obtenía un sueño seguro y casi instantáneo,
Teniendo en cuenta además que las condiciones lumínicas eran suaves, leves.
Podría decirse que, en la ausencia de las mecánicas, sonoras ondas, voluntariamente provocada por mi,
el aire adquiría unos delicados, vulnerables matices,
como unos rojos y unos dorados transparentes, holográficos.
Tal era una de las inmanentes consecuencias de apagar el televisor.
Un nuevo mundo abría sus puertas del vacío abstracto,
denso y a la vez, liviano,
de todos esos rayos etéreos precipitados del, en ese nuevo mundo, místico velador.